
La sociedad se dividía en clases y estructurada en territorios a cargo de régulos, que vivían rodeados de lujo a la manera de los déspotas orientales. El poder normalmente estuvo bajo el control de jefes militares de carácter local con categoría de príncipes, aunque algunos ocasionalmente llegaron a ejercer su autoridad en territorios relativamente extensos. Las luchas entre las tribus fueron frecuentes y los guerreros llegaron a constituir el grupo social más influyente. Sus armas eran de hierro y entre ellas destacaba la falcata, una espada corta de hoja curvada.
Su economía se basaba en el cultivo del trigo, la vid y el olivo y en una ganadería muy variada, principalmente vacuno, ovino y caballos. Destacaron también en pesca con factorías conserveras, salazones y explotaciones asociadas a la sal. También se dedicaron a la artesanía y el comercio, como refleja la prosperidad de algunas poblaciones que se transformaron en auténticas ciudades, en la alfarerías, minería (sobretodo plata y cobre). Así, sus industrias eran derivadas de todas estas actividades: elaboración de aceites y vinos, alfares para envasados, lana y textiles, viveros y salsas de pescado (garum), construcción naval, fundiciones, orfebres, broncistas, y todo tipo de artesanos.
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