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jueves, 30 de mayo de 2013

EL OSO DE PORCUNA, EN MADRID

El Museo Arqueológico Nacional custodia uno de los más preciados tesoros arqueológicos de la provincia de Jaén, del que muchos jiennenses desconocen su existencia. Se trata del conocido como “Oso de Porcuna”, una escultura de época ibera que data del siglo I a. C. que fue elaborada por el pueblo túrdulo, y que fue encontrada en un yacimiento arqueológico de este municipio.
Oso de PorcunaEl oso, un animal de tipo funerario, está sentado y tiene levantada la pata delantera izquierda, que apoya sobre una herma. Esta pieza está expuesta en el Museo Arqueológico Nacional de España, en Madrid, desde el año 1928 junto a diversas esculturas del periodo ibérico procedentes de otros puntos del territorio español. La escultura, que presenta influencias romanas, había sido descubierta en Porcuna en el año 1926 y en la actualidad, el propio Museo Arqueológico Nacional la encuadra dentro de los Tesoros del museo, lo que habla de la gran importancia histórica que tiene esta pieza.
En este municipio existió en la época ibera una importante ciudad oretana llamada Ipolca, luego bautizada como Obulco por los romanos. Los restos arqueológicos que se han encontrado aquí demuestran que en este lugar existió una ocupación estable al menos desde comienzos de la Edad del Hierro, siendo durante muchos siglos el centro económico del territorio entre las localidades de Cástulo y Corduba.
De Porcuna también procede el famoso conjunto escultórico de Cerrillo Blanco, datado en el siglo V a C y considerado como uno de los mejores hallados en España, lo que convierte a este municipio en un lugar de obligada referencia en el ámbito de la escultura ibera.


Fuente:  web Orgullosos de Jaén. 30/05/2013.   13:40

viernes, 17 de mayo de 2013

CALZADAS

Polibio, el gran historiador griego del siglo II a.C. visitó la Península Ibérica con ocasión de la Guerra de Numancia, asistiendo a la caída de la ciudad en el año 133 a.C. Es el primer autor griego que menciona, en su Historia, la existencia de una calzada que bordeaba la costa peninsular desde los Pirineos hasta el Estrecho de Gibraltar: «Desde los Pirineos hasta las Columnas de Hércules hay unos 8.000 estadios (unos 1536 km); desde las Columnas de Hércules a Cartagena se cuentan unos tres mil (unos 576 km); desde esta ciudad al Ebro hay aproximadamente dos mil seiscientos estadios (unos 499 km); y desde este río a Ampurias hay mil seiscientos (unos 307 km). Los romanos han medido y señalado cuidadosamente estas distancias emplazando mojones cada ocho estadios».
Construida por los cartagineses en el siglo II a.C, esa calzada era la  Vía Heracleia o Herculea, que toma el nombre de la leyenda griega según la cual el héroe Heracles condujo por este camino los bueyes robados a Gerión en el sur de la Península Ibérica. Partía de Cádiz, la importante ciudad fenicia, y recorría toda la costa mediterránea para terminar en Roma. Unía todas las colonias y factorías fenicias asentadas en la costa meridional y sudeste de España, para continuar a través de las colonias griegas de la costa levantina (Hemeroscopeion, Ampurias y Rosas). Hasta la llegada de los romanos no estaba empedrada, lo que hicieron éstos ya en el siglo III a.n.e. Fue restaurada por  Augusto pocos años antes del cambio de era, y desde entonces se llamó vía Augusta, con una longitud aproximada de 1.500 km. 

Estrabón no visitó Hispania, pero se informó bien sobre la misma en las obras de autores griegos que la recorrieron, como el ya citado Polibio. Describe minuciosamente el itinerario de la vía, que  en gran parte coincide con el de la Vía Hercúlea, antes descrito por Polibio. Se bifurcaba en dos desde la región sur levantina: un ramal seguía el antiguo trazado hasta Cádiz y otro se adentraba en el interior peninsular siguiendo el curso del Guadalquivir, pasando por los centros comerciales más importantes de la Bética, para concluir prácticamente junto al Estrecho de Gibraltar.
Tales ciudades, importantes desde el punto de vista político y económico, fueron conectadas por Julio César. Hispalis (Sevilla), Astigi (Écija), Corduba (Córdoba), Castulo (Linares), Obulco (Porcuna), tenían así una doble alternativa para exportar sus productos a Italia: situar en el puerto de Cádiz la mercancías que eran llevadas a Ostia, el puerto de Roma, por vía marítima, o bien la opción de ascender por la vía terrestre descrita en el texto de Estrabón, es decir, Saitabi (Játiva), ya en la costa, Sagunto, Dertosa (Tortosa), Tarraco (Tarragona), y más al norte, en el llamado Campo Juncario o llano del Ampurdán catalán, cuyo topónimo latino pervive más al norte en el nombre del actual paso pirenaico de La Junquera. Estrabón la describe como "...lo que va desde los extremos del Pyrene hasta los Exvotos de Pompeios, lugar por donde pasa la vía que llaman exterior y que va de Italia a Iberia: concretamente, a la de Baitiké (La Bética)". Y continua la descripción de la via, como se ha bifurcado la calzada "...yendo a parar al mismo sitio que la antigua, a las regiones de Castulo y Obulco, por las que atraviesa la vía hacia Córdoba y Cádiz, los emporios más importantes. Obulco dista de Córdoba unos trescientos estadios. Dicen los historiadores que César llegó en veintisiete días de Roma a Obulco y su campamento cuando se disponía a emprender la batalla de Munda». 
Una de las calzadas entraba en la Baetica desde Castulo e iba paralela al río Guadalimar durante unos quince kilómetros, hasta sobrepasar la confluencia con el Guadalquivir y enfrentarse a lliturgi en Mengíbar, donde se separaban los dos posibles itinerarios hacia Corduba. El más antiguo era el que cruzaba el Guadalquivir hacia el sur para pasar junto a Iliturgi y de allí a Vrgao (Arjona), donde se accedía a la región de los túrdulos de Baetica cuya ciudad más importante era Obulco (Porcuna). Este camino era el más estable y permitía seguir hacia Corduba o descender a las ciudades ibéricas de la Subbética.
Otra via cruzaba el Guadalquivir hacia el oeste y se aproximaba mucho más a su curso; es el que se enumera en los Vasos de Vicarello y el que tenía como punto de partida el arco dedicado a Ianus en el que daba comienzo la Vía Augusta en la Baetica.
Los Vasos de Vicarello son uno de los testimonios más interesantes. También llamados Vasos Apolinares, fueron descubiertos a mediados del siglo xix en la actual Bagni di Vicarello, donde fueron arrojados como ofrenda en el manantial de las Aquae Apollinares. Son cuatro vasos de plata, de entre 10 a 15 cms de altura,  que recogen el itinerario comprendido entre Gades (Cádiz) y Roma. En forma de columna miliaria y estructurados en cuatro paneles enmarcados por columnas, separadas por pilastras con basas y capiteles corintios. Dan testimonio escrito de las diferentes etapas existentes entre Gades y Roma a los viajeros, separadas entre si por una jornada de viaje, lo que permitia realizar el trayecto en etapas regulares y parar al atardecer. Se completa con la indicación de la distancia en millas, tanto de la existente entre cada una de las mansiones como de la suma total del recorrido, 1.841 millas romanas. Debieron fabricarse entre los reinados de Augusto y Tiberio
El trayecto recogido por este testimonio epigráfico resulta coincidente salvo en puntuales divergencias  con uno de las vías documentadas en el Itinerario de Antonino (Item ab Arelato Narbone inde Tarracone…), recorrido que por otra parte no es otro que el que supone el conjunto formado por la via Augusta y la via Domitia.
Se conservan en el Museo Nazionale Romano en Roma. En la Real Academia de la Historia en Madrid se exponen unas reproduciones desde 1953.