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lunes, 4 de febrero de 2013

PICASSO Y LOS EXVOTOS IBEROS DE JAÉN

"La dimensión primitiva de las esculturas ibéricas fue el primer desencadenante de una serie que decidió a Picasso a adoptar un vocabulario y una sintaxis artísticas auténticamente personales (opuestas al lenguaje fundamentalmente decimonónico que parafraseaba antes de 1906)" William Rubin.
En París está de moda el arte íbero desde que el Louvre adquiriera la Dama de Elche, a finales de 1897.  Desde ese momento se multiplican los estudios de arte ibérico y en la primavera de 1906 el museo acogió una exposición sobre las esculturas encontradas en los yacimientos de Osuna (Sevilla) y el Cerro de los Santos (Albacete). Es el momento del mayor auge y divulgación, si bien este arte empieza a interesar años atrás: en torno a 1900 numerosas excavaciones, investigaciones y publicaciones darán lugar a un ascenso de lo ibérico.  La demanda de lo exótico y ancestral, marcado por el orientalismo tan de moda en la Europa de aquella época, propició que se realizaran falsificaciones, especialmente de las damas del Cerro de los Santos, cuya controversia propició la difusión de la cultura ibérica. 


El arte ibérico también rondará por la  cabeza de Picasso en esa búsqueda de las raíces figurativas. En el verano de 1906 el artista malagueño visita una exposición sobre escultura ibérica en el Museo del Louvre. Quedó impresionado de tal manera por la muestra que adquirió algunas cabezas y exvotos en bronce que le servirán de inspiración para algunas de sus obras de arte. Sentía por ellas una gran predilección, admira en ellas su sencillez y el esquematismo geométrico de sus formas. 
En el otoño de ese año concreta varias obras inspirándose en este arte. Se da inicio a lo que algunos autores consideran como la "Fase Íbera", por el paralelismo entre la obra picassiana y su inspiración en exvotos, dibujos y piezas escultóricas íbericas. El rol destacado que tuvo el arte ibérico en las fuertes transformaciones estilísticas sufridas en el quehacer pictórico durante los años 1906-1907, acompañan al artista en su travesía de experimentación, que desembocará en el cubismo. En estos años crea el cuadro Las Señoritas de Avignon, y el arte íbero comenzaba a ser popular entre artístas y críticos de arte.
Mostrados de forma simultánea, las semejanzas son más que meras coincidencias con las piezas arqueológicas halladas en yacimientos de Jaén, como la Lobera de Castellar o el Collado de los Jardines en Santa Elena.  Aunque el influjo se muestra constante y explícito, su huella pervivirá durante toda su trayectoria artística, si bien aparecerá de forma esporádica y más diluida. 
También hay en su ruptura formal una clara influencia del arte africano. En 1907 el museo etnológico de Paris expuso una colección de máscaras africanas que atrajo a muchos artistas jóvenes. Matisse y Derais serán dos de los más entusiastas. Llegaron a adquirir algunas de estas obras e introdujeron a Picasso en los secretos de este arte. Comprendieron que un arte antinaturalista también era capaz de trasmitir muchas cosas a través de formas simples.