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Urgavo, Siglo I a.n.e


 
El siglo I a.n.e comenzó en el año 100 a.c., dentro del periódo de la Edad Antigua. En el transcurso de ese siglo, todos los territorios que circundaban el Mar Mediterraneo se encontraban ya bajo el poder de Roma. Con la Segunda Guerra Púnica (219-201 a.n.e.) comienza la conquista de la Península Ibérica. Se inició de esta manera la "romanización", proceso de aculturación, que transformó la sociedad indígena, en una nueva sociedad regida por los mismos parámetros de Roma: sus mismas leyes, modas...Tras la batalla de Munda, en el 45 a.c. Urgavo Alba recibio de Cesar un estatuto de privilegio.

Arjona tiene una situación privilegiada, sobre un cerro con un amplio horizonte, tierra fertil y clima moderado, que propició que fuera elegida desde los primeros pobladores de la península para construir un asentamiento o poblado. Plinio ya la cita entre los oppidas que se encuentra entre el Betis y el océano. "Urgao quae Alba". Asi que los romanos a su llegada a nuestro territorio se encontraron una ciudad antigua y asentada: Urgavo. Thouvenot la incluye entre los municipios de derecho latino anteriores al edicto ius Latii por Vespasiano, municipios cercanos al Betis entre los que se encuentra Épora o Isturgi.

Así, en este contexto histórico o muy similar, se encontraría Arjona en la época en la que se data la cámara sepulcral y la Caja de los Guerreros. Parece que ya está todo el territorio romanizado, con sus dioses romanos asentados, como Mercurio, sus costumbres... O más bien no... Todavía queda una generación íbera, que quiere perpetuar su memoria, sus costumbres y sus ritos. A pesar de los romanos, un grupo quiere seguir enterrando a sus familiares en su tradición y no con las nuevas costumbres romanas. Una familia poderosa, que le permitía el tener entre sus pertenencias unas cráteras áticas griegas de gran calidad, antiguas, del siglo IV. Estas pertenencias le daban un valor, "legalizaban" su estirpe y linaje. Era una familia asentada que mantenia su jerarquía, con una escala social encabezada por un principe o principal jefe. No acataban aún los nuevos ritos de los colonizadores romanos o no quería perder su forma de vida íbera a pesar de la ya más que evidente romanización del territorio.