Entre 1975 y 1979 se rescató en el lugar llamado Cerrillo Blanco en Porcuna el más importante conjunto escultórico de la cultura íbera. Porcuna era la antigua Ipolka, capital de los túrdulos, un gran centro económico del territorio situado sobre el eje de comunicaciones de la Vía Heraclea, verdadera columna vertebral de la civilización íbera. Después de la conquista romana pasaría a llamarse Obulco, pero manteniendo su carácter íbero por más de un siglo.
Este conjunto escultórico formaría parte de un costoso mausoleo realizado en honor de un gran personaje, un reyezuelo del oppidum de Ipolka, que fue capaz de promover un monumental proyecto artístico para lo cual contrataría los servicios de algún artista griego . Se podría datar sobre el primer cuarto del siglo V a.c., aproximadamente entre el 450 a.c. al 400 a.c Por alguna revuelta en contra del poder aristocrático, fueron destruidas poco después de ser acabado, por que las estatuas estaban muy nuevas cuando fueron sepultadas. La piedra arenisca blanda con las que están hechas no presenta los sintomas de deterioro de una prologada exposición a la interperie. En total el conjunto estaría formado por más de 40 estatuas. Los que las destruyeron pretendian borrar la memoria de un nombre o de una estirpe, mutilando especialmente los rostros, excepto de uno. Pero los pedazos fueron cuidadosamente recogidos y trasladados a una necrópolis tartésica (siglo VII a.c.) con 24 fosas individuales y una megalítica. Debían de tener una gran carga simbólica y por fortuna fueron cuidadosamente enterrados los fragmentos. Depositadas en un gran hoyo y cubierto de grandes losas de arenisca, de la misma manera que cualquier otra inhumación, como muestra de devolverlas a terreno sagrado. Este nos ha permitido tener este excepcional conjunto de esculturas mutiladas, cerca de 1.500 trozos. Algunas estatuas en su emplazamiento se situaban en columnas sobre plinto, de ahi la sensación al verlas que parezcan desproporcionadas, y no por las partes que les faltan, si no por que estaban creadas para verlas en alto.
Desde que se descubrieron el primer paso ha sido recomponer este complejo rompecabezas, según se iban recuperando los trozos y por tanto recuperando las formas de cada estatua, comprobandose la maestría y calidad que eran evidentes con sólo analizar los fragmentos sueltos. Están esculpidas en una arenisca blanca de grano muy fino, que pudiera proceder de las canteras próximas a Santiago de Calatrava. Es una piedra idónea para una talla de calidad, por su facilidad para obtener volúmenes, formas complejas y una apariencia y tacto muy agradable.
Las estatuas no son del mismo estilo, pero si muy homogéneas, como hechas por el mismo taller, pudiendo distinguirse varias manos en su elaboración. Se agrupan por temas, contando la historia de un linaje aristocrático. Son algo menores que el natural. Representan guerreros, aislados o en grupo, personas de ambos sexo con trajes ceremoniales y atributos diversos: lucha con un grifo, una divinidad envuelta por los cuerpos de dos cabras, animales diversos (leones, toros, esfingue, un águila). Hay composiciones en altorelieve, como la de dos hombres batiendose o la del cazador con su perro y una liebre en la mano. Desde luego, el conjunto más importante es el de los guerreros, no sólo por su sentido relacionados con luchas sangrientas, sino al haber recompuesto figuras de grupo, esculpidas en un solo bloque, con una complejidad hasta ahora desconocida en el mundo íbero. Sobresale la escultura del grupo en bloque único que formaba un guerrero y su caballo atravesando con su lanza por la boca a un enemigo derrumbado a sus pies. Los detalles son tan precisos que se puede ver la punta de la lanza asomandole por la espalda. Las anatomias estan bien modeladas en sus proporciones y en la acertada interpretación de la musculatura y los movimientos. Las pocas cabezas que se han recuperado están muy dañadas, quizás por la saña en su destrucción por un impulso ideológico o religioso. La mejor conservada es la del guerrero de la doble armadura, un hermoso rostro juvenil, sereno, de rasgos finos, ojos oblícuos y rasgados. La nariz recta, labios carnosos de contornos cuidadosamente señalados con un surco. Recuerda el estilo final del arcaismo griego y la transición a las formas clásicas.
Las vestiduras y el armamento están realizado con un detallismo que otorgan a las esculturas el valor añadido de ser excepcionales testimonios etnográficos. Cascos que parecen de cuero, con guarniciones metálicas y adornos. La cimera de los cascos era espectacular, con la esfinge de un felino, al estilo de las que lucian griegos y troyanos en los frontones de Egina. Se protegen con corselete corto, de borde curvo y teminado en punta entre las piernas y sujeto con un cinturón ancho. La coraza es de discos metálicos cogidos con correas sobrepuestos a una especie de chaleco en forma de ocho. Esta figura originalmente estaba policromada, posiblemente en color rojo, por los restos que aún se pueden apreciar, lo que daría una apariencia muy diferente a lo que estamos acostumbrada a verla en color blanco.
La escultura del grupo del hombre que lucha a cuerpo con un grifo es una rara representación de un tema que se puso de moda en la literatura griega. Pudieran los íberos aficionarse a estos asuntos de luchas del tradicional heroe con animales, de claro significado funerario. El hombre lucha sin armas, de igual a igual con la fiera.
Hace 2.4000 años en un túmulo sagrado, importante centro religioso túrdulo, se inhumaron los restos de todas estas esculturas que han marcado los estudios de la cultura íbera y que se prestan a tantas interpretaciones sobre su significado.
Hace 2.4000 años en un túmulo sagrado, importante centro religioso túrdulo, se inhumaron los restos de todas estas esculturas que han marcado los estudios de la cultura íbera y que se prestan a tantas interpretaciones sobre su significado.
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