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lunes, 30 de julio de 2012

SANTUARIOS IBEROS: TORREPAREDONES

Sobre los santuarios íberos aún no está muy definida su función, al desconocer aspectos de su religión. Aunque por su sentido práctico, están asociados a la curación de enfermedades. El santuario íbero de Torreparedones obedece al sincretismo religioso entre la religión íbera y romana que se sucede en la ciudad. Los romanos respetaron gran parte de las tradiciones locales y cultos, pero se latinizaron las advocaciones.
Desde el siglo III a.c. los devotos acudian al templo atraidos por los poderes curativos asociados a la divinidad que alli se veneraba.
Hay hallazgos que se relacionan con dos templos distintos, siendo el más actual el que se ha restaurado recientemente en el enclave.
Su distribución sigue claramente un eje norte-sur, repartidos en tres niveles, a los que se iba accediendo mediante rampas de acceso. Primero un vestibulo, seguido de un patio descubierto y finalmente la cella, donde se encontraba la divinidad. 
En el templo se adoraba a una diosa, quizás Tanit. La diosa cartaginesa fue asociada, como en otras culturas, a la diosa madre. Con la romanización, Tanit fue renombrada como Caelestis, que sería identificada con Juno, protectora junto a Minerva y Jupiter del estado romano. 
Juno era muy popular entre las mujeres romanas. Bajo la advocación de Juno Lucina era la "patrona" de embarazadas y partos. El agradecimiento por un favor concedido era demostrado por los exvotos que se ofrecian y eran depositados en el santuario.
En Torreparedones se han hallado más de 350 exvotos con características comunes: figuras antropomórficas en su mayor parte femeninas, talladas en piedra caliza. También numerosos exvotos anatómicos, principalmente piernas o pies.

La imagen de la diosa no era antropomorfa. Respondía a una columna o betilo, donde habitaba la divinidad. La columna de fuste liso, mide 2.8 mts. de altura coronada por un capitel con ocho hojas almendradas. Situada en la pared norte de la cella, su base estaba limitada por un recipiente para las cenizas de los diferentes ritos. 
El culto también incluía diversas ceremonias como libaciones, plegarias, quema de inciensos y perfumes, en el ara que se situa junto a la columna.



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