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domingo, 3 de abril de 2011

ARMAS IBERAS HASTA EL SIGLO V a.n.e.

Las fuentes literarias antiguas se basan sobre todo en acontecimientos militares. Los escritores griegos y romanos que hablan de los pueblos de la Iberia prerromana se interesan por la peninsula sobre todo desde que Roma combatió a los cartagineses, a partir del 218 a.c. cuando estaba en juego la supervivencia de la República. Roma una vez expulsados los cartagineses decide anexionar el territorio conquistado, ahora Hispania, como provincia. 
Por tanto escasean los textos que se interesan por otros aspectos culturales de la península y menos aún si se remontan a épocas anteriores al siglo III a.c., cuando ya la cultura íbera estaba desde tres siglos antes. Asi que las fuentes de información más completa de este periodo la da la arqueología, la que los propios íberos nos están proporcionando: sus oppidum, sus tumbas,  sus armas y las imágenes en diversos soportes, como escultura o cerámica.
La representación de armas es una constante, en escenas de batalla, de duelos funerarios, en danzas, luchas. En conjuntos escultóricos como el de Porcuna, se alude a las armas y se tienen presente por la mentalidad guerrera a la que se referían las fuentes literarias. También puede ser un motivo de los que se representa en la caja de los Guerreros de Arjona. Coinciden las representaciones con la gran cantidad de armas depositadas en los ajuares funerarios, en las tumbas íberas. Espadas, soliferreum, jabalinas, puñales de antenas, escudos, de distíntas épocas. 
El mundo funerario estaba muy ritualizado, un sentido tendría que tener el depositar tan gran cantidad de armas en la tumba.  O aunque fuera una, pero de gran simbolismo: la falcata, propiedad de hombres libres. Es típica de la Alta Andalucia y el sureste peninsular.
Las armas del mundo íbero tienen una herencia tartésica. En este periodo que abarca desde finales del siglo VII a.c. hasta mediados o finales del siglo VI a.c. se generaliza la metalurgia del hierro, con nuevas posibilidades para fabricar las armas, hasta entonces fundidas en bronce a molde. Las espadas por entonces no eran muy frecuentes, era un arma aristocrática por excelencia. Lo más frecuente era la lanza de punta larga pensadas para el combate cuerpo a cuerpo, junto a la caetra.
A partir del siglo VI y hasta finales del siglo V a.c. se desarrolla el conjunto de armas íbero: lanza, jabalina, escudo y espada. Las mismas que aparecen representadas en los conjuntos escultóricos. También en laminas de bronce aparecen otras defensas como las grebas para proteger las espinillas, discos-coraza que se sujetan mediante correas en el pecho. También aparecen cascos muy elaborados provistos de una gran cimera decorada para infundir más temor al enemigo y otras armas como la moharra y la jabalina. En este siglo aparece el arma más característica, la falcata de hoja curva y pomo rematado con una cabeza de animal, un lobo o un caballo. Era un arma "personalizada". Era un armamento propio de guerreros nobles, que combaten apoyados por sus clientes dotados de armas más sencillas. Una lucha a pie, el caballo es el símbolo de la aristocrácia, para los más pudientes.

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