Polibio, el gran historiador griego del siglo II a.C. visitó la Península Ibérica con ocasión de la Guerra de Numancia, asistiendo a la caída de la ciudad en el año 133 a.C. Es el primer autor griego que menciona, en su Historia, la existencia de una calzada que bordeaba la costa peninsular desde los Pirineos hasta el Estrecho de Gibraltar: «Desde los Pirineos hasta las Columnas de Hércules hay unos 8.000 estadios (unos 1536 km); desde las Columnas de Hércules a Cartagena se cuentan unos tres mil (unos 576 km); desde esta ciudad al Ebro hay aproximadamente dos mil seiscientos estadios (unos 499 km); y desde este río a Ampurias hay mil seiscientos (unos 307 km). Los romanos han medido y señalado cuidadosamente estas distancias emplazando mojones cada ocho estadios».
Construida
por los cartagineses en el siglo II a.C, esa calzada era la Vía Heracleia o Herculea, que toma el nombre de la leyenda griega según la cual el héroe Heracles condujo por este camino los bueyes robados a Gerión en el sur de la Península Ibérica. Partía de Cádiz, la importante ciudad fenicia, y recorría toda la costa mediterránea para terminar en Roma. Unía todas las colonias y factorías fenicias asentadas en la costa meridional y sudeste de España, para continuar a través de las colonias griegas de la costa levantina (Hemeroscopeion, Ampurias y Rosas). Hasta la llegada de los romanos no estaba empedrada, lo que hicieron éstos ya en el siglo III a.n.e. Fue restaurada por Augusto pocos
años antes del cambio de era, y desde entonces se llamó
vía Augusta, con una longitud aproximada de 1.500 km.
Estrabón no visitó Hispania, pero se informó bien sobre la misma en las
obras de autores griegos que la recorrieron, como el ya citado Polibio. Describe minuciosamente el itinerario de la vía, que en gran parte coincide con el de la Vía Hercúlea, antes descrito por Polibio. Se bifurcaba en dos desde la región sur levantina: un ramal seguía el antiguo trazado hasta Cádiz y otro se adentraba en el interior peninsular siguiendo el curso del Guadalquivir, pasando por los centros comerciales más importantes de la Bética, para concluir prácticamente junto al Estrecho de Gibraltar.
Tales
ciudades, importantes desde el punto de vista político y económico,
fueron conectadas por Julio César. Hispalis (Sevilla), Astigi (Écija),
Corduba (Córdoba), Castulo (Linares), Obulco (Porcuna), tenían así
una doble alternativa para exportar sus productos a Italia: situar en
el puerto de Cádiz la mercancías que eran llevadas a Ostia, el puerto
de Roma, por vía marítima, o bien la opción de ascender por la vía
terrestre descrita en el texto de Estrabón, es decir, Saitabi
(Játiva), ya en la costa, Sagunto, Dertosa (Tortosa), Tarraco
(Tarragona), y más al norte, en el llamado Campo Juncario o llano del
Ampurdán catalán, cuyo topónimo latino pervive más al norte en el
nombre del actual paso pirenaico de La Junquera. Estrabón la describe como "...lo
que va desde los extremos del Pyrene hasta los Exvotos de Pompeios,
lugar por donde pasa la vía que llaman exterior y que va de Italia a
Iberia: concretamente, a la de Baitiké (La Bética)". Y continua la descripción de la via, como se ha bifurcado la calzada "...yendo
a parar al mismo sitio que la antigua, a las regiones de Castulo y
Obulco, por las que atraviesa la vía hacia Córdoba y Cádiz, los emporios
más importantes. Obulco dista de Córdoba unos trescientos estadios.
Dicen los historiadores que César llegó en veintisiete días de Roma a
Obulco y su campamento cuando se disponía a emprender la batalla de
Munda».
Una de las calzadas entraba en la Baetica
desde Castulo e iba paralela
al río Guadalimar durante unos quince kilómetros,
hasta sobrepasar la confluencia con el Guadalquivir y enfrentarse
a lliturgi en
Mengíbar, donde se separaban los dos posibles itinerarios
hacia Corduba. El más
antiguo era el que cruzaba el Guadalquivir hacia el sur para
pasar junto a Iliturgi y de
allí a Vrgao (Arjona),
donde se accedía a la región de los túrdulos
de Baetica cuya ciudad más
importante era Obulco (Porcuna).
Este camino era el más estable y permitía seguir hacia Corduba
o descender a las ciudades ibéricas de la Subbética.
Otra via cruzaba el Guadalquivir hacia el oeste y se aproximaba
mucho más a su curso; es el que se enumera en los Vasos
de Vicarello y el que tenía como punto de partida el
arco dedicado a Ianus en el
que daba comienzo la Vía Augusta
en la Baetica.
Los Vasos de Vicarello son uno de los testimonios más interesantes. También llamados Vasos Apolinares, fueron descubiertos a mediados del siglo xix en la actual Bagni di Vicarello, donde fueron arrojados como ofrenda en el manantial de las Aquae Apollinares. Son cuatro vasos de plata, de entre 10 a 15 cms de altura, que recogen el itinerario comprendido entre Gades
(Cádiz) y Roma. En forma de columna miliaria y estructurados en cuatro
paneles enmarcados por columnas, separadas por pilastras con basas y capiteles corintios. Dan testimonio escrito
de las diferentes etapas existentes entre Gades y Roma a los viajeros, separadas entre si por una jornada de viaje, lo que permitia realizar el trayecto en etapas regulares y parar al atardecer. Se completa con la indicación de la distancia en millas, tanto de
la existente entre cada una de las mansiones como de la suma total del
recorrido, 1.841 millas romanas. Debieron fabricarse entre los reinados de Augusto y Tiberio
El trayecto recogido por este testimonio epigráfico resulta
coincidente salvo en puntuales divergencias con uno de las
vías documentadas en el Itinerario de Antonino (Item ab Arelato Narbone inde Tarracone…), recorrido que por otra parte no es otro que el que supone el conjunto formado por la via Augusta y la via Domitia.
Se conservan en el Museo Nazionale Romano en Roma. En la Real Academia de la Historia en Madrid se exponen unas reproduciones desde 1953.